Que la crisis la paguen los ricos
Recorrer la ciudad, tomar caminos (y desvíos) azarosos y obligados. Cuadras y cuadras de Cordón están detonadas. Parece que la crisis llegó al cemento, hace más de cien días las obras exponen los nervios del barrio. Podemos ver sus vísceras y conductos, por donde fluye lo subterráneo.
Los ómnibus cambiaron el cartel luminoso lateral, que solía mostrar número y destino del coche, por frases que se intercalan “Usemos tapaboca”, “Yo te cuido”, “Vos cuidáme a mí”.
Ya tengo los zapatos mojados.
Salí tarde y la parada de Mercedes y Eduardo Acevedo estaba anulada por las obras.
Desvíos,
de los obligados, esquivando charcos y señalética de “gente en obra”, hasta parar en 18.
La lluvia que permanece es esa finita y constante que termina por mojarte estés donde estés. Esas casi invisibles gotas me recuerdan a algunos pensamientos antes de salir de la cama. Llovía torrencialmente, miles de gotas y gotitas golpeando en el techo del patio: el impacto de lo micro. Mi cuaderno de clase tiene señalado: “no la gran-ciudad, la gran-literatura” sino “los pequeños despliegues de esa ciudad”, seguido por la tríada “extracción de detalles / potencia del enunciado / desprivatización de los afectos”. Esta fue la pista que me llevó a tomar la decisión de cartografiar este recorrido en particular y no otro.
¿Cuándo termina la reforma?
Algo se destranca, y comienzo a hacer acuerdos conmigo mismo para dejar fluir la escritura, me propongo un objetivo a corto plazo y un juego que descubro en el camino.
El circuito es:
Casa–Clínicas–Pasteur–Casa
El objetivo: hacer un registro sensible del recorrido para “renovar la medicación” -entiéndase por “ir a que me hagan las recetas”– el cual me toca indefectiblemente hacer cada tres meses.
El juego: aparece una vez que tomo el 21, ya por la arteria principal de la ciudad, camino a Av. Italia.
Cuaderno en mano, anoto “alguien avisa al chofer que *ininteligible* está todo cerrado” (nuevamente las obras).
Siguiente nota: “escribir los emergentes de este recorrido me da tranquilidad”. Entonces hagamos eso: una escritura de emergentes de esta mañana de jueves.
Durante la nueva normalidad, me comunico con la políclinica por whatsapp. Aviso hace unos días que necesito hacer las recetas. “Ya retomamos las polis. Martes jueves y viernes. Vení y te hacemos” respondieron.
Llego al Hospital Universitario y recuerdo al compañerx que se refirió a la universidad como el lugar donde se monta y desmonta el conocimiento. Producción de la carne en la sala de espera - burocratización de la salud - necesaria paciencia del paciente.
Si bien ya estuve en el Hospital con medidas sanitarias estilo pandemia, noté algunos cambios. Se mantiene el ingreso separado de pacientes y funcionarios, la pregunta por el “¿a dónde vas?”, la obligatoriedad del tapabocas y el máximo de cuatro personas por ascensor. Cambió la forma de tomar la temperatura, ya no te apuntan con el termómetro con forma de arma en la frente, ahora es en la muñeca. Otro cambio: carteles con flores cuelgan por los pasillos... ¿dónde están?
"No son sólo memoria
son vida abierta
son camino que empieza."
¿Cuánto más hay que esperar?
El peligro con forma de botón
Protagonistas de estos tiempos
Al menos como libertad poética
Quedo solo en el consultorio. Fotografío lo primero que tengo en frente.
La silla del médico.
Recuerdo la portada de este libro
Saramago y el sticker de la parada
Hace algunos años tengo por costumbre agarrar objetos (o casi objetos) que me encuentro en la calle. Sobretodo si les encuentro un sentido para esa circunstancia particular. Nunca nada de valor, tampoco grandes objetos, sino aquellos que entran la palma de la mano y que merecen ser conservados por su capacidad de funcionar como cápsulas de memoria.
Seguir rastros, prestar atención a los objetos, hacer que también estos "hablen" y que nos hablen. Mucho tiene que ver con lo que después voy a conocer como cartografía. Mi mala costumbre, en el contexto pandémico resulta en una actividad de alto riesgo. ¿Tendré que comprar guantes de latex?
"Este barrio mío solitario y blando / De pasto y de silencio..."
Me encuentro con una Juana marrón que nunca había notado. ¿Juana era de la Unión?
La ciudad tiene retazos de poesía, pistas. Googlear los versos, encontrarlos. Pensar que la plaza de la Restauración está rodeada de edificios, y que el tránsito de 8 de octubre prácticamente no se escucha, "se desliza el ruido / más no lo penetra" diría la poeta. Nos habla de un viejecito somnoliento que se ha quedado quieto, lo imagino perfectamente en una sala de espera. Y por supuesto el contagio, presente, más actual imposible... el contagio de la melancolía.
No sé si Juana vivió en la Unión, pero seguro conocía bien esta calle.
¿Las relaciones puestas en juego me convierten en objeto?
Objeto de observación, de cuidado, de examen, de ensayo y error.
"Sacate la remera" se me dice con toda naturalidad. Escucho y obedezco con toda naturalidad.
"No tengo las recetas de ASSE, ¿te animás a ir al Pasteur y allí te las hago?" - Si claro, ya estaba en mis planes.
Ómnibus mediante, paso por más ventanillas y mostradores hasta ubicar al doc. "Está en una intervención, en 10 o 15 minutos termina" - El tiempo en la salud es elástico, así que decido caminar un poco para sacarme el frío.
Si bien ya no llovía, el frío estaba intenso. Pregunté por el vacunatorio más cercano, tenía una vacuna pendiente. Me mandaron a la "lucha", nunca había ido a ese edificio.
Esta vez, yo solo me saqué el abrigo y dejé el brazo izquierdo al descubierto. Pinchazo imperceptible, liquido denso y frio. Inmunización finalizada.
"¿Te falta la tuberculosis?"
Sinceramente no lo sé...
¡Peligro!
Cintas ya caídas en la sala de espera, hace una hora que el médico está en la "intervención". Somos dos personas en las sillas frente al televisor, miramos el programa de chimentos de la tarde uruguaya. Un viejito entredormido con tapabocas y vendas, en el cuello y alrededor de la cabeza. Dos mujeres entran exaltadas, pidiendo para ver a su padre en CTI. No les pueden dar información y no pueden subir. Las mujeres se ponen firmes "esto en el evangélico no pasaba", "el lunes estaba perfecto, algo raro pasó", "acá te los matan y ni te enterás". Otra señora sale caminando, funcionarias le llaman la atención, "antes de salir tiene que pasar por acá". La señora sigue sin notar el comentario. A una funcionaria se le cayó un insulto.
Esperar... percibir... escuchar... el sueño me empezó alcanzar. Voy a cumplir 5 horas desde que salí de casa.
El doc abre la puerta, con su atuendo verde de quirófano, me da las recetas.
Chocamos los puños.
Última parada, la farmacia.
Al regreso seguí tomando los últimos registros. Una vez en casa, contúan las resonancias, en particular la imagen de los baches, los pozos; algunos ya cubiertos, otros verdaderos abismos.
Nietzsche nos diría que cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti.
El juego/diálogo con las imágenes que permite esta herramienta introduce una relación diferente con el texto. La escritura entra en circulación, ya no me siento en uno de esos baches.
Cuestiono el sentido de estas líneas, entonces retomo a la idea de escritura de emergentes. Ya no voy por la búsqueda de sentido, sino de las conexiones.
Algo parece querer emerger desde el fondo del abismo, pero ¿hay realmente un fondo?
Curiosamente el pozo tiene la forma de Uruguay. La calle parece una frágil cáscara de huevo, que deja en evidencia una ciudad construída sobre un abismo-sin-fondo y sin sentido.
Estas imágenes fueron tomadas de las redes sociales, las cuales circulaban con chistes y varias suposiciones maliciosas:
Bienvenidos a Uruzuela.
El mismo día, a unas cuadras de casa, en Libertador y Venezuela, se agrietó la avenida y un Spark quedó atrapado en un agujero inexplicable. Aglomeración de curiosos, bomberos y personal de tránsito, todos dispuestos para salvar al auto de la catástrofe. Una grúa, una maniobra exitosa y los aplausos de los vecinos. ¡El objeto ha sido rescatado!
Pienso en la circulación y sus formas